viernes, 24 de octubre de 2025

LA HUERTA

 

 


Mi primer recuerdo de la Huerta, en Cardiel, siendo niño,  es  una montaña de sandías inmensa que  mi abuelo y mis tíos habían recogido y habían apilado en la parte alta de la finca, donde mejor se cultivaban. Mientras, en la caseta, el gigante motor diésel Tamborini, traído desde Italia en los años 50,  sacaba agua  haciendo un ruido ensordecedor, como el de una moto con el tubo de escape roto. Se regaban los tomates, las patatas, la “vertualla” (como llamaba mi padre a las verduras) y a mí me encantaba verle como iba abriendo los surcos con el azadón mientras el agua corría. Era como jugar a hacer presas y cuando me dejaba hacerlo a mí me resultaba divertidísimo y me sentía importante.

Luego, de adolescente, me fastidiaba un poco la huerta. Me fastidiaba tener que levantarme a las 7 de la mañana para llevar el burro de mi Tío Dionisio ,desde Bayuela a Cardiel , para empezar pronto a arar, antes de que hiciera calor . Lo peor no era madrugar sino que un día, cuando lo traía de vuelta, a la hora de comer, me encontré a la altura de la Caseta con mis amigas Esther y Marga, conducían sus ciclomotores, una  Puch X 30 amarilla  y un Vespino gris , mientras yo montaba , con muy poca dignidad, un jumento  cárdeno de una sola velocidad. Me saludaron con gran simpatía pero yo me moría de vergüenza. Me fastidiaba tener que ayudar a mi padre a arrancar las patatas  y que me llamara la atención cuando mordía alguna con el azadón. Yo le decía que se me metía el sudor en los ojos y que no veía bien y él me contestaba con sorna “Tienes más cuento que el buey limón que cucaba con la luna”  y añadía como reflexión “si volviera otra  vez la guerra ya verías ”,  que era una muletilla que utilizaba a veces  cuando no me apetecía hacer algo o no me gustaba una comida, para recordarme que tenía una vida regalada y que no debía quejarme.  Yo lo veía como un comentario de persona mayor, ideas de otra época, pero ahora que estamos viviendo tiempos convulsos y que el mundo lo gobiernan locos como Trump o Putin, no descarto que algún día tengamos que volver todos al pueblo a vivir otra vez de la tierra.

Más tarde cuando ya me hice adulto empecé a entender a mi padre. Podía resultar sorprendente verle tan contento mientras doblaba el espinazo para quitar las malas hierbas, pero después de una semana de duro trabajo en la fábrica, un trabajo monótono y repetitivo, la huerta le daba la oportunidad de hacer algo creativo, algo que producía vida (durante la semana era un esclavo, el fin de semana un Dios). Frente a la frialdad y grisura de la cadena de montaje y sus piezas para coches se le ofrecía el calor y variedad del surco y sus plantas. Ya no me importaba ayudarle y le pasaba la mula mecánica (que sustituyó al burro de mi tío  Dionisio) y  cortaba la maleza con la desbrozadora (que remplazó a la hoz de mi abuelo Demetrio). No es que me entusiasmara pero me permitía hacer ejercicio al aire libre y  me daba la oportunidad de pasar más tiempo con mi padre.

Cuando murió, hace unos años, tuve la necesidad de seguir su labor, sentir que esa parte no moría con él. Me consta que otras personas que, como yo, no estaban especialmente interesadas en cultivar un huerto  también cogieron el relevo de su padre cuando este les  faltó. Cuanto me alegro de haber tomado esa decisión, pues yo, de naturaleza impetuosa, que estoy siempre de acá para allá,  he aprendido con la huerta a estar quieto, a mantener los pies pegados a la tierra , a tener paciencia, a observar sin más como van ocurriendo las cosas.  La Huerta me ha hecho también estar más cerca de la naturaleza,  sentir que formo   parte de su proyecto global aunque sea con un pequeño papel, igual que una hormiga . La Huerta me ha ayudado a comer de manera más sana pues en verano, con las neveras a tope de calabacines, pimientos y tomates, no dejo de comer gazpacho, pisto y ensaladas. Y podría continuar exponiendo las excelencias de tener un huerto, pero de todas las razones la más fuerte, la más profunda es volverme a sentir un niño que juega con el agua a hacer presas.

UN AMIGO

 

 


Amigos de verdad tengo  pocos  y muy buenos, creo que no puede ser de otro modo. Porque si tienes muchos no se puede cultivar la verdadera amistad, y si son  buenos  ¿para que necesitas más? . Para mí los amigos son como los zapatos, por muchos que tengas siempre te pones  los que más me gustan y con los que más cómodo vas.  Los míos vienen desde la adolescencia y son de Bayuela ,  nunca necesité otros.

Uno de esos buenos amigos  es Jesús Sanz. Mi amistad con él empezó en 1977, en el  verano de 7º de EGB. Era el inicio de las vacaciones y un grupo de chicos de la misma edad pero de distinta procedencia ( Bayuela, Talavera, Madrid…), formamos  una  pandilla improvisada  que tenía en común el estar todo el verano en el pueblo y las ganas de pasarlo bien. Alguien propuso ir al “Batán” para ver los toros de Severo y bañarnos después en unas pozas excavadas en las piedras  del arroyo. A la vuelta paramos un momento para coger  zarzamoras, pero los demás chicos continuaron su camino y Jesús y yo nos quedamos solos  continuando con la recolecta. Luego  bajamos por carretera del Real compartiendo frutos y sentimientos y en esos dos o tres  kilómetros que median hasta el pueblo  nos hicimos amigos para siempre.

Éramos diferentes: Yo  visceral, impulsivo y  poco motivado por los estudios, mientras que él era pacifico, racional y  buen estudiante. A mí me gustaba Police, que tenía canciones movidas y muy rítmicas,  y a él Mike Oldfield cuya música era tranquila y armónica.  Pero con la amistad me pasa como con el amor, no sabría explicar lo que me atrae de la otra persona, pero sé desde el primer momento cuando quiero a alguien. Supongo que sus virtudes apaciguaban mis defectos,  Jesús me daba serenidad.

 Si el inicio de nuestra amistad se debió  al gusto por  las zarzamoras  lo que nos unió definitivamente fue la atracción por las chicas. Vivimos un montón de aventuras juntos pero  el poco espacio con el cuento   y  el pudor no me permiten contarlas todas,   voy a resumirlas en tres historias que ocurrieron en  años sucesivos  durante las fiestas del pueblo (no es casualidad, las Fiestas, sobre todo en la adolescencia, suponen una revolución) y recogen las tres maneras posibles  de acabar una relación con el otro sexo :

MAL: Nos gustaban dos hermanas   que vivían en la carretera de Cardiel,   no nos hacían mucho caso, pero no dejamos por ello de perseguirlas durante más de un año. Durante las fiestas habían estado con los dos mismos chicos todo el tiempo y  el último día, cuando acabaron las chotillas,  nos fuimos enfrente de su casa para verlas llegar. Era una especie de despedida a distancia pues al día siguiente yo me iba a Madrid, y Jesús a Talavera, se acababa el verano. Nos subimos al techo de la Báscula para los camiones, que era nuestro observatorio secreto, y al poco rato las vimos llegar acompañadas de los dos mismos chicos,   en el momento de despedirse se besaron en la boca. La desilusión nos invadió. La verdad es que no esperábamos que fueran algún día nuestras pero  era duro constatar que ya eran definitivamente de otros. Nos  quedamos todavía un rato observando sus ventanas, cuando  apagaron las luces  nos tumbamos bocarriba en el techo y seguimos allí, mirando las estrellas, y cuando estas también se apagaron nos fuimos a casa resignados  pues ya amanecía. Quizá fue mejor así, si alguna nos hubiera hecho caso a alguno de los dos, la situación habría sido violenta para el otro y quizá eso nos hubiera separado.

REGULAR: Al año siguiente  había  fuegos artificiales en la plaza, dos amigas nuestras nos dijeron que lo mejor para verlos era alejarse del pueblo para tener perspectiva y nos propusieron ir con ellas al  Canto de los Enamorados , Jesús y yo nos miramos con  expectación. Cuando dejamos atrás el Canto de Tio Matias, donde terminaban las farolas del pueblo, aprovechando la oscuridad, nos cogieron de la mano mientras seguíamos caminando. Al llegar al Canto empezó a iluminarse la noche con colores y chispas que dejaban los cohetes como migajas por el cielo, pero apenas los pudimos ver porque teníamos los ojos cerrados  mientras las besábamos. Estuvo  bien pero luego nos confesamos que nos hubiera gustado más que las parejas hubieran estado al revés.

BIEN: Al año siguiente,  al acabar el encierro,  vi cruzando la plaza a dos rubias muy monas que   vestían la misma ropa.  Jesús me dijo que las conocía de vista, del Casino de Talavera. Eran  las gemelas Cavanilles, que habían venido con sus padres a ver los toros .Teníamos 16 años y ya no éramos tan pardillos como en las dos historias anteriores, así que tomamos la iniciativa y fuimos a saludarlas. Las invitamos  a tomar algo a la Peña, y entre risas y confidencias puse en el tocadiscos “La quiero a morir” de Francis Cabrel  (mi arma secreta para conquistar chicas, mi himno de guerra para el amor).Nos pusimos a bailar lentas y  viendo a Jesús, acaramelado, con una de las gemelas mientras yo abrazaba fuerte a la otra entre mis brazos alcancé uno de los  momentos de mayor conexión con él, una comunión total.

Si en la 1º historia las chicas  no nos hicieron caso, en la segunda sí pero no del modo que nos hubiera gustado, en esta tercera historia llegamos a la felicidad absoluta, porque si dos amigos nunca se pueden enamorar de la misma chica, en este caso no había conflicto de intereses : teníamos la misma por duplicado.

miércoles, 1 de mayo de 2024



capítulo 1 "PRIMER DÍA DE CLASE"

 Suena la alarma del reloj pero llevo   despierto bastante tiempo. Hace años que no necesito ponerla , cada vez duermo menos, pero su sonido fastidioso es como un himno en medio de  la batalla que  me recuerda que hay que levantarse y luchar. Hoy necesito especialmente ese impulso, porque hoy es el primer día de mi último curso. 

Soy profesor, en Julio cumplo 65 años y me jubilo. Se acabó. En otras ocasiones, el primer día de curso iba al aula con ilusión, con esperanzas, quería conectar con mis alumnos y sabía que la primera impresión era fundamental, como cuando tienes una cita a ciegas. Pero hoy eso ya me da igual.

Cuando empecé a dar clase cumplí uno de mis sueños,  desde pequeño quise  ser profesor. Otros niños querían ser futbolistas o policías, pero ellos nunca hablaron con Pirri o Cruiff, y mucho menos con Starsky y Hucht , que no existían. Yo necesitaba  un referente más cercano , mi modelo a seguir era Don Manuel. Si Jesús de Nazaret gustaba  rodearse de pobres y pecadores, pues a ellos debía salvar, Don Manuel siempre se acercaba a los  alumnos más rebeldes o con menos  aptitudes por la misma razón. Cuando empecé en esto quería ser como él, creí que  podía cambiar el mundo desde la tarima a través de mis  alumnos  . Ahora me conformo con que estén en silencio mientras   dura la clase y que ayuden a  poner la mesa cuando lleguen a casa.

Llego al Instituto y mi primera clase es con  2º de la ESO, 13 años, la peor edad, ni son niños ni son hombres( a veces dudo de que sean humanos)y no sabes como tratarlos.   Me siento encima de  la mesa, con los pies colgando,  para transmitir  imagen de  cercanía e informalidad. Me presento y les doy un discurso de bienvenida donde, más o menos, suelo decir siempre  lo mismo: “aquí no solo venís solo a aprender matemática o Historia, sino a aprender a ser mejores  personas, a  aprender a ser más  felices …” Entonces escucho una risa falsa que corta mi discurso.

Sentado al final de la clase, con la silla echada para atrás, hay un chaval vestido todo de negro, en la camiseta lleva estampada una calavera por cuyas cuencas salen serpientes amenazantes, toda una declaración de intenciones. Lleva gorra y está comiendo chicle, dos cosas que están prohibidas en el instituto pero que a mi personalmente me dan lo mismo, siempre he creído que es más importante centrarse en lo que hay dentro de los chicos que en lo que llevan por fuera. Además no voy a caer en el error del profesor novato de enfrentarme a él nada más empezar y crearme un enemigo para todo el curso. Entonces , con tranquilidad, le interpelo:

-“¿Cómo te llamas?“Me llamo Ray”, dice con desgana (en realidad se llama Rayana)

- ¿No estás de acuerdo con lo que digo? ¿Tu qué opinas sobre venir al instituto?”

-“ A mi no me interesa nada de lo que se hace aquí.  No es más que una fábrica de robots necesaria para que siga funcionando este asqueroso mundo en el que solo viven bien unos pocos.”

Me sorprende su respuesta, es nihilista pero tiene argumentación, “Quizás tengas razón, pero si quieres cambiar el sistema tendrás que conocer las reglas con las que se juega, tendrás que prepararte aún más que los que están arriba ,si  es que quieres vencerlos”

-“Es imposible hacer nada, esto siempre ha sido así” dice muy convencida

Me mantengo en silencio durante unos segundos, que sienta que estoy valorando su opinión y entonces le respondo: “La Historia nos enseña que no tiene porqué ser así. La revolución se tiene que hacer primero en la mente para luego poder llevarla a  la calle. Mira por ejemplo lo que ocurrió en la Revolución Francesa, aunque eran las clases bajas las que más sufrían la precariedad e injusticias del Antiguo Régimen, fueron los burgueses los que lo  transformaron, porque ellos estaban preparados, habían leído a los filósofos y sabían qué hacer, mientras  los campesinos, analfabetos, no veían más allá del surco que iba haciendo el arado . Los burgueses lograron quitar de la cúspide a la nobleza y se pusieron ellos en su lugar, pero el pueblo siguió estando abajo. ¿Sacas alguna conclusión de esto?”

La chica se quita la gorra y la deja en la mesa, no sé si es una señal de respeto o porque le aprieta la cabeza para pensar. Entonces le guiño un ojo y pienso: “Te pillé”.  

Esta situación la  he vivido en múltiples  ocasiones . Con los alumnos provocadores, con  los más rebeldes hay que tener un poco de mano izquierda . Si rascas un poco, debajo de su aspecto de malotes casi siempre hay una situación familiar o social adversa y en el fondo lo que quieren es que se les escuche, que se les de algo de cariño. Si logras conectar con ellos te son más fieles que ningún otro alumno.  Y entonces vuelvo a recordar porqué elegí esta profesión y al lado de Ray veo a Don Manuel que me sonríe .



 Capítulo 2  "CENTAUROS Y SIRENAS"

Segundo día de clase , después del recreo entro en la clase de 2º A  , los alumnos poco a poco se van sentado aunque todavía queda algún retrasado cruzando  la puerta (me lleva un par de semanas conseguir que sean puntuales). Me dirijo a mi mesa para encender el ordenador y pasar lista (una de las tareas más tediosas de esta profesión) y me encuentro que el teclado está todo embadurnado de Nocilla, parece uno de esos Gofres con chocolate que comía de pequeño en un puesto de la Puerta del Sol.

Habitualmente la primera semana de clase no hay problemas de comportamiento, es una especie de round de tanteo, donde alumnos y profesores van probando fuerzas y se van conociendo, pero estaba claro que alguien había empezado el curso con muchas ganas de pelea. 

Algunos profesores, en esta situación, lanzan improperios y se agitan desde la tarima, para solaz de algunos  alumnos ,especialmente el que lo ha hecho pues ha conseguido su objetivo : sacar al profesor de sus casillas. Otros profesores, de perfil inquisidor, castigan a toda la clase hasta que no salga el responsable lo cual, al ser injusto, tiene un efecto perverso porque los alumnos se ponen más de parte del infractor que del profesor. Yo, si puedo, trato de dar la vuelta a la tortilla, intento que los alumnos se pongan de mi parte y en contra del culpable, así que con tranquilidad y esgrimiendo una sonrisa como único material antidisturbios comenté:

“Queridos alumnos, Vamos a jugar a los detectives, veamos, este teclado lleno de chocolate nos da muchas pistas sobre la persona que ha cometido el delito:

Primera, al susodicho no le gusta la Nocilla, lo que demuestra que es tonto” y ahí ya se produjeron risas con lo que el ambiente tenso que hubiera querido crear el infractor se desvanecía desde el principio, además su acción se volvía como un boomerang contra él.

“Segundo pista: el que lo hecho además de tonto es idiota - hubo más risas-  y veréis que no es un insulto sino una definición de libro: esta palabra la utilizaban los antiguos griegos para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos sino sólo de sus intereses particulares. En cierto sentido faltar a ese deber era incomprensible para los atenienses, pues pensaban que la defensa de lo público diferenciaba verdaderamente al ciudadano del bárbaro. Nuestro delincuente es idiota, en el sentido griego, porque no ha reparado en inutilizar un material que es de todos, pagado con los impuestos de vuestros padres y que se utiliza para el bien común.

 Tercera pista, el compañero que  ha hecho este atentado no es feliz. Me explico, Cuando, tu familia te quiere, tienes buenos amigos y sacas buenas notas, en definitiva, cuando   te van bien las cosas,  no tienes ganas de empañar ni un ápice ese cuadro tan brillante que es tu vida ,mientras que si , por el contrario, todo te sale al revés  y te sientes triste, te entran ganas de pintar de gris el resto del paisaje.

Mirad, decía Concepción Arenal, una pensadora y poeta española del siglo XIX: “Odia el delito y compadece al delincuente”. Por tanto, para que el compañero o compañera que ha mostrado su dolor estropeando el teclado se sienta ahora  querido, propongo que nos levantemos y digamos con cariño: “Te queremos untador de Nocilla “,

Así lo hicieron con gran regocijo, todos menos Ray, que al final del aula torcía el gesto y se quedaba sentada , lo  que le convertía en la principal sospechosa. Yo podía haberle puesto contra las cuerdas y quizá hubiera confesado pero  pensé  que ya  le había dado una lección y  quería  que todas las ideas que había expuesto quedaran sembradas en su cerebro , por si crecían  alguna vez.

Afirma Rousseau que "El hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad le corrompe", yo por el contrario pienso que el ser humano cuando nace es un animal y busca por encima de todo satisfacer sus deseos sin importarle nada los demás, pero la sociedad, a través de la familia y la escuela, le va humanizando. El niño es un salvaje que poco a poco se va amansado, como un lobo que se convierte en perro. Los adolescentes están en medio de este proceso de cambio entre la bestia y el ser humano, son mitad hombres y mitad animales, bichos raros, como los centauros o las sirenas.



 

Capítulo 3  "EXPULSIÓN"

Estaba de guardia en la Biblioteca, los profesores nos turnamos allí   por si un compañero manda a algún alumno expulsado o este llega tarde por las mañanas. La verdad es que identificar la biblioteca con un lugar de castigo no creo que sea la mejor idea para atraer a los chicos a la lectura. En lugar de ver los libros como escalones al conocimiento los terminan confundiendo con los ladrillos de una cárcel.

Desde ahí veía el patio del Instituto, en la cancha de baloncesto estaba la clase de Ray con Adrián, el profesor de Educación Física. Me quedé mirando por la ventana porque estaba interesado en ver como se comportaba con él.  Los profesores de E.F. suelen tener éxito entre los chicos, en primer lugar, porque son súper dinámicos y su asignatura es la más más adecuada para el ímpetu de un adolescente   y en segundo lugar van siempre en chándal , que  es la vestimenta más habitual también entre los chicos, lo cual les hace más cercanos  y menos encorsetados.

 Cuando yo era joven tuve un profesor de Gimnasia, decíamos entonces, que era todo lo contrario, iba con una chaqueta desgastada, como de un terciopelo que alguna vez fue burdeos, tenía barriga y su voz era ronca y rasposa debido a lo mucho que fumaba,  también durante las horas de clase  . Tenía como mote el “Cazalla”  porque decían que todas las mañanas desayunaba con este aguardiente. Era un tipo simpático cuya idea de la asignatura era darnos unos balones y que cada uno jugara a lo que quisiera mientras el leía tranquilamente el MARCA.

La clase de E.F. de ese día consistía en hacer una coreografía, el profesor   les puso por parejas para hacer un baile. Ray se negó a hacerlo en rotundo. Algunas alumnas cuando no quieren hacer alguna actividad de E.F. alegan que tienen la regla, pero Ray no usaba excusas cuando algo no le gustaba. Entonces Adrián le señaló la biblioteca mientras le decía algo en tono enojado.

Cuando llegó a la biblioteca la pregunté, como si no supiera nada: “¿Porqué te han expulsado?”. “Por no querer bailar”, contestó ella como si fuera evidente la injusticia

Yo, después de los tensa relación que habíamos tenido en los primeros días de curso  quería establecer algún puente y le pregunté de manera cordial : “¿Es que no te gusta bailar? Es algo divertido, a todos los jóvenes les gusta ”.  “A mi no”, contestó de manera firme

“¿Pero al menos te gusta la música?”, ella afirmó con la cabeza. “Pues es una pena porque el baile es como el eco de una canción en tu cuerpo, bailar es la sombra de la música”. No sé si entendió mi comparación,  quizá demasiado poética,  pero quería decirle que bailar era algo bello y creativo

 Los que vienen castigados a la Biblioteca deben hacer alguna tarea, no pueden estar sin hacer nada. Lo habitual es que resuman o copien alguna lección del libro (así por lo menos se les queda algo), pero en esa ocasión quise tomar una medida distinta ya que Ray era una alumna diferente.

Le dije: “Ray, no has empezado bien el curso. Has de saber que en cualquier relación humana  si los inicios son buenos , es raro que luego las cosas  se tuerzan . Mira, como estás castigada, te mando como trabajo que busques entre los  libros un inicio que te guste y me lo escribes en una hoja, si te atrae como comienza seguramente quieras seguir leyendo más” . A Ray pareció no disgustarle la tarea porque se puso a hojear libros sin protestar. Pasado un buen rato vi cierta satisfacción en su cara   e inmediatamente se puso a escribir, cuando terminó me  entregó el papel. Había elegido el comienzo de “Tiempos difíciles”, cuyo título seguramente eligió porque le resultaba cercano a lo que ella vivía. Decía así:

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.

Aunque Dickens se refería a la época de la revolución Francesa, en el siglo XVIII, encajaba perfectamente con la definición de  adolescencia, y Ray me transmitía un mensaje,  su mundo era convulso, confuso ,lleno de contradicciones. Fue de casualidad, pero  había  logrado establecer un lazo de comunicación con ella. Se había abierto una pequeña ventana entre los dos.


 



Capítulo 4  EL RECREO

Dice el diccionario que “ecosistema es el conjunto de especies de un área determinada que interactúan entre ellas mediante la depredación, la competencia y la colaboración ”, pues bien el  recreo es el verdadero ecosistema del alumno, allí puedes encontrar  todo esta variedad de relaciones y comportamientos entre los chicos.  El aula, sin embargo, es como un museo de Ciencias Naturales donde los alumnos están clasificados por especies, ordenados por nombre y edad, y colocados en fila recta para que se les pueda observar bien pero no conocerlos en profundidad.

Desde el primer día de curso cada grupo de alumnos coge su sitio en el patio y es raro que lo abandone hasta que no termina su estancia en el instituto. Todos menos los de 1º de la ESO que no pueden estar quietos y recuerdan hormigas aceleradas donde cada una sigue su trayectoria y parece milagroso que no se choquen, pues se entrecruzan   los que corren tras una pelota, los que corren tras otro alumno y los que corren sin saber bien porqué.

Nadie está sólo en el patio, sólo Ray y algún alumno autista que prefiere estar en su mundo sin que nadie le moleste y que yo a veces envidio  (la verdadera libertad sólo se alcanza si no necesitas a nadie)   pero ¿Porqué estaba sola Ray?: Con 14 años crees que eres un esclavo y tus amos son los padres o los profesores, estás condenado a cumplir sus deseos, con 16 te sientes  ya un liberto, como en la antigua Roma, puedes hacer ciertas cosas pero otras te están vedadas (puedes trabajar pero no puedes votar), a los 18 años por fin te crees que eres libre y puedes disponer de tu vida. Ray se juntaba con los más mayores del instituto, quería quemar etapas, no podía esperar, pero en los Institutos hay una norma que permite durante el recreo salir a la calle a los que ya tienen 16 años. Ray, que tenía tan sólo 14, miraba con envidia a los que estaban fuera  fumando un cigarrillo o entrando donde  los chinos a pillar algo de beber. En sus ojos brillaba una mezcla de pillería y cálculo, como Steve McQueen en la película “La Gran Evasión” donde cada  día su  obsesión  era buscar la manera de escaparse del campo de prisioneros nazi.

Ray , de hecho, ya lo había intentado los primeros días de curso, falsificando su edad en el carnet de estudiante, pero  las conserjes ya la tenían fichada y por ese lado no tuvo opción. Creo que Ray miraba de soslayo una esquina del patio por donde la valla era algo más baja para saltar pero con todo resultaba muy complicado y estaba barajando otras posibilidades.

Cómo no le interesaban los chicos y chicas  de su edad  Ray se ponía unos cascos aparatosos, como los que llevan los futbolistas cuando salen del autobús del equipo, para que no quedara duda que no quería establecer contacto con nadie. Los cascos eran un muro que le aislaba de la gente que no le importaba.

Yo la estaba observando y me propuse entrar en esa fortaleza, pues casi lo había logrado  cuando ella estuvo castigada en la biblioteca (ver capítulo anterior).  Le toqué en el hombro y ella se quitó los cascos con un gesto de fastidio, le pregunté “¿qué escuchas?”. Me contestó con  pereza, como cuando se dirige a ti  un guiri preguntando por una dirección. Me dijo una serie de nombres que no conocía, casi todos raperos: Kase.O,  Morad,  Lágrimas de Sangre…, y añadió: “No te gustarían”

Yo le comenté que aunque no controlaba mucho del tema  valoraba el cuidado de las letras que tenían esos músicos y la fuerza del mensaje y añadí: “Y aunque no me gustaran no me atrevería a juzgarlos, la Historia nos ha enseñado numerosos ejemplos de artistas que han sido incomprendidos en su momento y luego, muchas veces después de muertos, han sido admirados y seguidos por el gran público.” Y le puse ejemplos de pintores como Van Gogh, escritores como Edgar Allan Poe o incluso grupos de música como los propios Beatles que al principio eran rechazados por la crítica y ahora son clásicos como Mozart o Beethoven.

Ella se me quedó mirando, por un lado valoraba que respetara sus gustos y no considerara que lo que escuchaba era tan solo unos melenudos haciendo ruido, como ha hecho cada generación con la siguiente, por otro lado reflexionaba sobre lo que le había dicho, y quizá se preguntaba “¿Algún día me entenderán a mí?”



EL ARROYO

Puede que el arroyo Saucedoso sea tan sólo un hilo de agua que el Alberche apenas  agradece y que el Tajo ignora,  pero para el que vive en Cardiel es una corriente inmensa de dones.

El arroyo trae el color en los días de primavera  y el frescor  en los de verano, pues aunque en esa estación su cuerpo desaparece,  permanece su espíritu que es el  relente. Por eso en las noches de Agosto  las calles de Cardiel  está llenas de niños jugando y mayores compartiendo conversación,   mientras que en otros pueblos tienen el aire acondicionado como único aliado, en Cardiel la gente festeja en el Cerrillo que el arroyo es su benefactor.

Pero el arroyo es también  flujo interminable de recuerdos , las  primeras imágenes que tengo, de niño, es jugando con mi hermano   a los barquitos,  tirábamos palos al agua y hacíamos carreras hasta que se perdían corriente abajo , aunque , a veces, alguno  quedaba varado entre la vegetación como  un Titanic de madera. Muchas veces me quedaba pensando e imaginaba que llegarían al Tajo y por allí al océano, y verían en su trayecto lugares que yo nunca conocería. El arroyo me conectaba al mundo.

Entonces el  arroyo me parecía la selva, en sus orillas se formaba una galería compuesta de chopos, cañas , y un tapiz de zarzas bordadas en rojo y negro (el arroyo me sabe a zarzamoras que cogía con mi madre para luego meter en la nevera y comer frías en la merienda). En esa selva, una vez, mi primo Josemi, que era muy mañoso, hizo una cabaña con troncos justo encima del cauce, y allí subido, al amparo de los árboles me creía un Robinson Crusoe que estaba solo y perdido en el lugar más recóndito del mundo

Recuerdo  a los mozos del pueblo cogiendo los peces que se habían aventurado a subir  desde el río, se ponían en dos extremos del arroyo  y con  barras de hierro golpeaban el cauce como si varearan los olivos pero en vez de caer aceitunas ascendían gotas de agua y algún pez que tenía la mala fortuna de ponerse en medio, luego se iban acercando unos a otros hasta que se formaba entre medias un corro de donde no podían escapar, los peces describían trayectorias aleatorias pero no podían evitar ser cogidos aunque se escondieran  entre los huecos de las orillas. Cuentan de uno, muy habilidoso, que una vez se sumergió en el agua y salió con un pez en cada mano y otro en la boca. Luego con la cosecha de peces en sacos los vendían por el pueblo y volvían a sus casas con la emoción de la aventura en el corazón y la satisfacción de unas  pesetas en el bolsillo.

Pero el arroyo significa  para mi, sobre todo, la huerta de mi padre. Contigua al arroyo no se entendería a la una sin el otro. Recuerdo como disfrutaba él cuando estaba allí, frente a la monotonía y frialdad de la fábrica suponía enlazar con la vida y el calor que entraña la tierra,   frente  al trabajo en cadena  el crear una cosa desde principio a fin. Él me enseñaba el ciclo de cada planta y quería que le ayudara a recolectar sus frutos, pero lo que más me gustaba era abrir los surcos para que se regaran, me sentía poderoso desviando la corriente de agua de un lugar

a otro , pues de niños nos encanta  jugar a hacer presas. Creo que si hoy día tengo la huerta, a medias con  Pablo, no es por los tomates o por las sandías sino por poder seguir jugando y recordarlo a él.

Se cumplen 100 años de la construcción del puente y  puede que a algún forastero le parezca  exagerado el tamaño de sus tres ojos y la belleza de sus arcos  para tan poco cauce , pero para los cardielejos  es el marco apropiado que se merece  el arroyo, y cada uno de los sillares de piedra , que entre otros trajo mi abuelo, significa la voluntad de hacer cosas juntos que tiene este pueblo. 

El agua es el secreto de la vida y el arroyo es uno de  sus mensajeros, y por eso nos queda la satisfacción de que  cuando nosotros ya  no estemos aquí el arroyo volverá a resurgir eternamente.