miércoles, 1 de mayo de 2024

 



Capítulo 4  EL RECREO

Dice el diccionario que “ecosistema es el conjunto de especies de un área determinada que interactúan entre ellas mediante la depredación, la competencia y la colaboración ”, pues bien el  recreo es el verdadero ecosistema del alumno, allí puedes encontrar  todo esta variedad de relaciones y comportamientos entre los chicos.  El aula, sin embargo, es como un museo de Ciencias Naturales donde los alumnos están clasificados por especies, ordenados por nombre y edad, y colocados en fila recta para que se les pueda observar bien pero no conocerlos en profundidad.

Desde el primer día de curso cada grupo de alumnos coge su sitio en el patio y es raro que lo abandone hasta que no termina su estancia en el instituto. Todos menos los de 1º de la ESO que no pueden estar quietos y recuerdan hormigas aceleradas donde cada una sigue su trayectoria y parece milagroso que no se choquen, pues se entrecruzan   los que corren tras una pelota, los que corren tras otro alumno y los que corren sin saber bien porqué.

Nadie está sólo en el patio, sólo Ray y algún alumno autista que prefiere estar en su mundo sin que nadie le moleste y que yo a veces envidio  (la verdadera libertad sólo se alcanza si no necesitas a nadie)   pero ¿Porqué estaba sola Ray?: Con 14 años crees que eres un esclavo y tus amos son los padres o los profesores, estás condenado a cumplir sus deseos, con 16 te sientes  ya un liberto, como en la antigua Roma, puedes hacer ciertas cosas pero otras te están vedadas (puedes trabajar pero no puedes votar), a los 18 años por fin te crees que eres libre y puedes disponer de tu vida. Ray se juntaba con los más mayores del instituto, quería quemar etapas, no podía esperar, pero en los Institutos hay una norma que permite durante el recreo salir a la calle a los que ya tienen 16 años. Ray, que tenía tan sólo 14, miraba con envidia a los que estaban fuera  fumando un cigarrillo o entrando donde  los chinos a pillar algo de beber. En sus ojos brillaba una mezcla de pillería y cálculo, como Steve McQueen en la película “La Gran Evasión” donde cada  día su  obsesión  era buscar la manera de escaparse del campo de prisioneros nazi.

Ray , de hecho, ya lo había intentado los primeros días de curso, falsificando su edad en el carnet de estudiante, pero  las conserjes ya la tenían fichada y por ese lado no tuvo opción. Creo que Ray miraba de soslayo una esquina del patio por donde la valla era algo más baja para saltar pero con todo resultaba muy complicado y estaba barajando otras posibilidades.

Cómo no le interesaban los chicos y chicas  de su edad  Ray se ponía unos cascos aparatosos, como los que llevan los futbolistas cuando salen del autobús del equipo, para que no quedara duda que no quería establecer contacto con nadie. Los cascos eran un muro que le aislaba de la gente que no le importaba.

Yo la estaba observando y me propuse entrar en esa fortaleza, pues casi lo había logrado  cuando ella estuvo castigada en la biblioteca (ver capítulo anterior).  Le toqué en el hombro y ella se quitó los cascos con un gesto de fastidio, le pregunté “¿qué escuchas?”. Me contestó con  pereza, como cuando se dirige a ti  un guiri preguntando por una dirección. Me dijo una serie de nombres que no conocía, casi todos raperos: Kase.O,  Morad,  Lágrimas de Sangre…, y añadió: “No te gustarían”

Yo le comenté que aunque no controlaba mucho del tema  valoraba el cuidado de las letras que tenían esos músicos y la fuerza del mensaje y añadí: “Y aunque no me gustaran no me atrevería a juzgarlos, la Historia nos ha enseñado numerosos ejemplos de artistas que han sido incomprendidos en su momento y luego, muchas veces después de muertos, han sido admirados y seguidos por el gran público.” Y le puse ejemplos de pintores como Van Gogh, escritores como Edgar Allan Poe o incluso grupos de música como los propios Beatles que al principio eran rechazados por la crítica y ahora son clásicos como Mozart o Beethoven.

Ella se me quedó mirando, por un lado valoraba que respetara sus gustos y no considerara que lo que escuchaba era tan solo unos melenudos haciendo ruido, como ha hecho cada generación con la siguiente, por otro lado reflexionaba sobre lo que le había dicho, y quizá se preguntaba “¿Algún día me entenderán a mí?”

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