Amigos de verdad tengo
pocos y muy buenos, creo que no
puede ser de otro modo. Porque si tienes muchos no se puede cultivar la
verdadera amistad, y si son buenos ¿para que necesitas más? . Para mí los amigos
son como los zapatos, por muchos que tengas siempre te pones los que más me gustan y con los que más
cómodo vas. Los míos vienen desde la
adolescencia y son de Bayuela , nunca
necesité otros.
Uno de esos buenos amigos
es Jesús Sanz. Mi amistad con él empezó en 1977, en el verano de 7º de EGB. Era el inicio de las
vacaciones y un grupo de chicos de la misma edad pero de distinta procedencia (
Bayuela, Talavera, Madrid…), formamos
una pandilla improvisada que tenía en común el estar todo el verano en
el pueblo y las ganas de pasarlo bien. Alguien propuso ir al “Batán” para ver
los toros de Severo y bañarnos después en unas pozas excavadas en las
piedras del arroyo. A la vuelta paramos
un momento para coger zarzamoras, pero
los demás chicos continuaron su camino y Jesús y yo nos quedamos solos continuando con la recolecta. Luego bajamos por carretera del Real compartiendo
frutos y sentimientos y en esos dos o tres
kilómetros que median hasta el pueblo
nos hicimos amigos para siempre.
Éramos diferentes: Yo
visceral, impulsivo y poco motivado
por los estudios, mientras que él era pacifico, racional y buen estudiante. A mí me gustaba Police, que
tenía canciones movidas y muy rítmicas,
y a él Mike Oldfield cuya música era tranquila y armónica. Pero con la amistad me pasa como con el amor,
no sabría explicar lo que me atrae de la otra persona, pero sé desde el primer
momento cuando quiero a alguien. Supongo que sus virtudes apaciguaban mis
defectos, Jesús me daba serenidad.
Si el inicio de
nuestra amistad se debió al gusto
por las zarzamoras lo que nos unió definitivamente fue la
atracción por las chicas. Vivimos un montón de aventuras juntos pero el poco espacio con el cuento y el
pudor no me permiten contarlas todas,
voy a resumirlas en tres historias que ocurrieron en años sucesivos durante las fiestas del pueblo (no es
casualidad, las Fiestas, sobre todo en la adolescencia, suponen una revolución)
y recogen las tres maneras posibles de
acabar una relación con el otro sexo :
MAL: Nos gustaban dos hermanas que vivían en la carretera de Cardiel, no nos hacían mucho caso, pero no dejamos
por ello de perseguirlas durante más de un año. Durante las fiestas habían
estado con los dos mismos chicos todo el tiempo y el último día, cuando acabaron las
chotillas, nos fuimos enfrente de su
casa para verlas llegar. Era una especie de despedida a distancia pues al día
siguiente yo me iba a Madrid, y Jesús a Talavera, se acababa el verano. Nos subimos
al techo de la Báscula para los camiones, que era nuestro observatorio secreto,
y al poco rato las vimos llegar acompañadas de los dos mismos chicos, en el momento de despedirse se besaron en la
boca. La desilusión nos invadió. La verdad es que no esperábamos que fueran
algún día nuestras pero era duro
constatar que ya eran definitivamente de otros. Nos quedamos todavía un rato observando sus
ventanas, cuando apagaron las luces nos tumbamos bocarriba en el techo y seguimos
allí, mirando las estrellas, y cuando estas también se apagaron nos fuimos a
casa resignados pues ya amanecía. Quizá
fue mejor así, si alguna nos hubiera hecho caso a alguno de los dos, la
situación habría sido violenta para el otro y quizá eso nos hubiera separado.
REGULAR: Al año siguiente
había fuegos artificiales en la
plaza, dos amigas nuestras nos dijeron que lo mejor para verlos era alejarse
del pueblo para tener perspectiva y nos propusieron ir con ellas al Canto de los Enamorados , Jesús y yo nos
miramos con expectación. Cuando dejamos
atrás el Canto de Tio Matias, donde terminaban las farolas del pueblo,
aprovechando la oscuridad, nos cogieron de la mano mientras seguíamos
caminando. Al llegar al Canto empezó a iluminarse la noche con colores y
chispas que dejaban los cohetes como migajas por el cielo, pero apenas los
pudimos ver porque teníamos los ojos cerrados
mientras las besábamos. Estuvo
bien pero luego nos confesamos que nos hubiera gustado más que las
parejas hubieran estado al revés.
BIEN: Al año siguiente,
al acabar el encierro, vi
cruzando la plaza a dos rubias muy monas que
vestían la misma ropa. Jesús me
dijo que las conocía de vista, del Casino de Talavera. Eran las gemelas Cavanilles, que habían venido con
sus padres a ver los toros .Teníamos 16 años y ya no éramos tan pardillos como
en las dos historias anteriores, así que tomamos la iniciativa y fuimos a
saludarlas. Las invitamos a tomar algo a
la Peña, y entre risas y confidencias puse en el tocadiscos “La quiero a morir”
de Francis Cabrel (mi arma secreta para
conquistar chicas, mi himno de guerra para el amor).Nos pusimos a bailar lentas
y viendo a Jesús, acaramelado, con una
de las gemelas mientras yo abrazaba fuerte a la otra entre mis brazos alcancé
uno de los momentos de mayor conexión
con él, una comunión total.
Si en la 1º historia las chicas no nos hicieron caso, en la segunda sí pero
no del modo que nos hubiera gustado, en esta tercera historia llegamos a la
felicidad absoluta, porque si dos amigos nunca se pueden enamorar de la misma
chica, en este caso no había conflicto de intereses : teníamos la misma por
duplicado.

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