capítulo 1 "PRIMER DÍA DE CLASE"
Suena la alarma del reloj pero llevo despierto bastante tiempo. Hace años que no necesito ponerla , cada vez duermo menos, pero su sonido fastidioso es como un himno en medio de la batalla que me recuerda que hay que levantarse y luchar. Hoy necesito especialmente ese impulso, porque hoy es el primer día de mi último curso.
Soy profesor, en Julio cumplo 65 años y me jubilo. Se acabó. En otras ocasiones, el primer día de curso iba al aula con ilusión, con esperanzas, quería conectar con mis alumnos y sabía que la primera impresión era fundamental, como cuando tienes una cita a ciegas. Pero hoy eso ya me da igual.
Cuando empecé a dar clase cumplí uno de mis sueños, desde pequeño quise ser profesor. Otros niños querían ser futbolistas o policías, pero ellos nunca hablaron con Pirri o Cruiff, y mucho menos con Starsky y Hucht , que no existían. Yo necesitaba un referente más cercano , mi modelo a seguir era Don Manuel. Si Jesús de Nazaret gustaba rodearse de pobres y pecadores, pues a ellos debía salvar, Don Manuel siempre se acercaba a los alumnos más rebeldes o con menos aptitudes por la misma razón. Cuando empecé en esto quería ser como él, creí que podía cambiar el mundo desde la tarima a través de mis alumnos . Ahora me conformo con que estén en silencio mientras dura la clase y que ayuden a poner la mesa cuando lleguen a casa.
Llego al Instituto y mi primera clase es con 2º de la ESO, 13 años, la peor edad, ni son niños ni son hombres( a veces dudo de que sean humanos)y no sabes como tratarlos. Me siento encima de la mesa, con los pies colgando, para transmitir imagen de cercanía e informalidad. Me presento y les doy un discurso de bienvenida donde, más o menos, suelo decir siempre lo mismo: “aquí no solo venís solo a aprender matemática o Historia, sino a aprender a ser mejores personas, a aprender a ser más felices …” Entonces escucho una risa falsa que corta mi discurso.
Sentado al final de la clase, con la silla echada para atrás, hay un chaval vestido todo de negro, en la camiseta lleva estampada una calavera por cuyas cuencas salen serpientes amenazantes, toda una declaración de intenciones. Lleva gorra y está comiendo chicle, dos cosas que están prohibidas en el instituto pero que a mi personalmente me dan lo mismo, siempre he creído que es más importante centrarse en lo que hay dentro de los chicos que en lo que llevan por fuera. Además no voy a caer en el error del profesor novato de enfrentarme a él nada más empezar y crearme un enemigo para todo el curso. Entonces , con tranquilidad, le interpelo:
-“¿Cómo te llamas?“Me llamo Ray”, dice con desgana (en realidad se llama Rayana)
- ¿No estás de acuerdo con lo que digo? ¿Tu qué opinas sobre venir al instituto?”
-“ A mi no me interesa nada de lo que se hace aquí. No es más que una fábrica de robots necesaria para que siga funcionando este asqueroso mundo en el que solo viven bien unos pocos.”
Me sorprende su respuesta, es nihilista pero tiene argumentación, “Quizás tengas razón, pero si quieres cambiar el sistema tendrás que conocer las reglas con las que se juega, tendrás que prepararte aún más que los que están arriba ,si es que quieres vencerlos”
-“Es imposible hacer nada, esto siempre ha sido así” dice muy convencida
Me mantengo en silencio durante unos segundos, que sienta que estoy valorando su opinión y entonces le respondo: “La Historia nos enseña que no tiene porqué ser así. La revolución se tiene que hacer primero en la mente para luego poder llevarla a la calle. Mira por ejemplo lo que ocurrió en la Revolución Francesa, aunque eran las clases bajas las que más sufrían la precariedad e injusticias del Antiguo Régimen, fueron los burgueses los que lo transformaron, porque ellos estaban preparados, habían leído a los filósofos y sabían qué hacer, mientras los campesinos, analfabetos, no veían más allá del surco que iba haciendo el arado . Los burgueses lograron quitar de la cúspide a la nobleza y se pusieron ellos en su lugar, pero el pueblo siguió estando abajo. ¿Sacas alguna conclusión de esto?”
La chica se quita la gorra y la deja en la mesa, no sé si es una señal de respeto o porque le aprieta la cabeza para pensar. Entonces le guiño un ojo y pienso: “Te pillé”.
Esta situación la he vivido en múltiples ocasiones . Con los alumnos provocadores, con los más rebeldes hay que tener un poco de mano izquierda . Si rascas un poco, debajo de su aspecto de malotes casi siempre hay una situación familiar o social adversa y en el fondo lo que quieren es que se les escuche, que se les de algo de cariño. Si logras conectar con ellos te son más fieles que ningún otro alumno. Y entonces vuelvo a recordar porqué elegí esta profesión y al lado de Ray veo a Don Manuel que me sonríe .